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El [ser humano] tiene [ángeles] guardianes por delante y por detrás, que lo protegen por orden de Dios. Sepan que Dios no cambiaría la condición [de bienestar] de una sociedad a menos que ella cambiase su propio estado [cayendo en la corrupción][1]. Pero si Dios decreta el castigo para un pueblo, no existe nada que lo pueda impedir, y no encontrarán fuera de Él protector alguno. 1
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