¿A quién complacería tener un huerto de palmeras datileras y vides por donde corren ríos, donde hay toda clase de frutos, y al alcanzar la vejez y con hijos de corta edad, ver [su huerto] sorprendido por un huracán con fuego que lo incendie reduciéndolo a cenizas?1 Así es como Dios les aclara Sus signos para que reflexionéis.