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La gente de su pueblo, que ya eran conocidos por sus obscenidades, se presentaron presurosamente ante él, y éste les dijo: “¡Oh, pueblo mío! Aquí están mis hijas1 [si deseáis casaros], porque eso sería lo lícito y puro para vosotros. Tened temor de Dios y no me avergoncéis ante mis huéspedes. ¿Es que no hay entre vosotros ni un solo hombre recto?”
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