El Profeta es más amado para los creyentes que ellos mismos[1]; las esposas del Profeta [deben ser respetadas como si fueran] sus madres; y según el Libro de Dios [el Corán], los parientes son quienes tienen derecho a la herencia[2], algunos en mayor proporción que otros, y no los creyentes y los emigrados, pero aun así pueden testar a favor de ellos[3]. Esto ha sido decretado y registrado en el Libro[4]. 1